enero 07, 2008

la equivocacion del poeta a su niña

donde estará Yrina, la de los ojos verdecidos
la del paso perdido, la del cantar escondido
la de los años que escarcho al tiempo
la que compartió sueños, labios y lágrimas
¡ay, quisiera que fuera abril
con sus colores volátiles!
y no un junio de hojas tristes
y poemas olvidados en la cama,

¡ay, mi amor! Quisiera tapizar mi cuarto
de poemas olvidados.

El despertar de un vacío al estirar mi brazo
y no encontrar el seno febril
y desvelados besos
y en vez de eso un manojillo de versos
que nunca te escribí,
me arranco el corazón y
lo exhibo en una vitrina
para que tú en tu ventana lo veas
y antes de que den las cuatro
lloraré por el amor y la equivocación
mientras se seca el corazón.

Una mujer se derrama con la luna,
las tardes de domingo
se olvidan de los solitarios,
del calor de las historias de calle,
del amor escondido en el desván
y de la fe que perdí.

Los domingos me saben a muerte,
sé que me vas a decir que no
que las canciones que escribí
las queme y forme una hoguera de amor
para calentar a mi corazón
para que me veas lindo y bueno otra vez
y tus dulces ojos se acuesten conmigo.
Tuvimos perdidas parecidas,
cuando las estaciones del alma
detuvieron a las caricias y
las lágrimas volaron como golondrinas
perdidas en un mar azul.

Vestido de ternura e inmensidad
tuve muchas mujeres
y no recuerdo el sabor
del aliño de los hijos que nunca tuve.

Creo, que yo era feliz
con unos poemas, una novia,
el encuentro del teatro,
pero unos versos de soledad
me perseguían tiempo atrás
para que los recoja y te los diera
en un beso de junio
y tú me dijeras:
!Mira a mi lado izquierdo
que ya no tengo un orificio¡

He buscado tu cuerpo
en otras formas distintas
pero en el cielo una luz que vemos en la noche
se fue apagando como
quien cubre una pintura con un trapo.

Rodando caminos de trémulas tierras
he despertado ayer
y en la vigilia,
demacrado
he dibujado senderos en el espejo
con sangre de mis labios
eternos escultores de cuerpos tiritando
en apagada cama
albergue de trémulas andariegas
cabalgando las pupilas salvajes
suspendidas en la órbita del destino.

Me interno entre las mujeres
buscando, ¿qué?
…la cadencia de un brazo
el juego infinito de un instante
los confines de la secreta soledad
la ceguera amarga de un adiós
la penumbra que provocará un fuego
o el azar de una caricia
o una palabra que no se estrelle
herida en la tierra.

¡Nina!, Quiero estar sólo contigo
y me lleves al mar
cuando calla a la arena
para explorar las estrellas
olvidadas
en aquel camino de lágrimas que derramaste
al tirarme del barro
para estar solo conmigo.

El beso fatigado
de sueños zozobrados
mojados en tormenta henchida
de lluvia, pasto y arena
deglutidos por mis labios de agua
urden estos versos de amor
por nina y la equivocación.

Las hojas secas
me repiten hasta el cansancio
mi lamento de poeta:
¡No sé lo que es amar!
Por lo menos sé que es un contagio
una llave rota en puertas equivocadas
un malicioso arte moldeando con piel y sal
el sabor de la despedida
inusitada como las llagas de mis manos
moldeadoras de poemas y cuerpos de amor
¡por lo menos sé que el amor
una vez contagiado, no tiene cura!

Entre formas nuevas
sucumben indolentes versos
que viajan por las horas del pecado
del castigo, del azar,
por buscar a la mujer
que sin darme cuenta,
soñaba tranquila a mi lado
la que estaba buscando y
me llevará flores y poemas
al olvidado cementerio.

Nadie me ha avisado que ya he muerto
en la penumbra de mi sueños
mecidos en cajas de cartón
donde guardo también
mis oídos, mis dolores,
y fui olvidado, diluido
entre los acordes de un poema
precipitado a la laguna mental de un dios
de otros tiempos, de otros sueños,
de otras revoluciones
de otros verbos inflamados
en los caminos de los cuerpos
encajados en las fantasmales ciudades de mi lecho
tamizando el miocardio
como abanicos arrebatados
a una geisha salvaje que llora acalambrada
porque el tiempo
le arrebató los pasos que ha dado
y ella, me ha anudado a la noche
de cualquier puerto golpeado
por espasmódica tormenta
en el surco del olvido
para que no parta
en busca de nuevos mares.

Que no me cabe los sueños de niño
que nunca se cumplieron
por que se olvidaron - como yo -
de tener mujer desnuda
detrás de las hierbas.

Nuestras pieles inmundas
que inundan distancias cuando no te siento.
y te llamo muriendo,
que estoy naciendo en tu nombre
clamando lágrimas para llenar los huecos
que nos estamos haciendo en nuestros cuerpos
y los corazones filtrándose
entre las costillas
y despertamos cubriéndonos
por si no hemos muerto
en silencio,
solos,
madurando.

Y mi vacío no se llena
de lo que no tuve nunca,
sólo una mujer, un par de lápices
pan y queso,
blancos papeles,
un par de máscaras
que iluminan mis rincones
e incrementan mis aciertos.

Y muero al día siguiente
por no poder dormir a mi hora adecuada
con la mujer que toca mi espalda
y que duerme soñando despejados cielos
y yo tras de ella, sin que sé de cuenta
que le dibujo los versos de amor
terrestres, olvidados en la madrugada
sin poder decirlos,
por que soy un amoroso,
de la legión de los poetas, de los olvidados,
de los que sonríen con una flor,
los que lloran en el atardecer,
aman sin control con los detalles
que el hombre olvida
por ese otro mundo que nace en las esquinas
en los televisores, en los burdeles,
en los mercaderes de almas,
y soy el que se va y viene,
el que busca a Dios, a la mujer
y al encuentro con el otro
quitándoles sus trágicas máscaras,
y abriéndoles bien fuerte el pecho
y que sangren, y sientan,
y lloren, y sueñen
con el día del regreso del amor de las esquinas,
tembloroso, sufriente,
¡ay! Y a la vez inmaculado,
efímero como el teatro,
e inmolado
y equivocado, volver a amar
y ser un amoroso,
de la legión de Sabines, Saenz,
Rimbaud, y del chico del barrio
que escribe en la vieja banca
la historia de Penelope,
o quizás de Yrina,
quien espera, espera
espera como los mártires,
a que su poeta deje de escribir versos en la espalda
y se los de en forma de mil rosas
en una tarde lluviosa y melancólica
sonriendo con la dicha de la espera de la tristeza,
la tristeza inevitable de los que aman
de un brazo a la pierna
de un beso a una lágrima
de un amor que espera
espera, espera por que sabe
que regresa su poeta.